Bohemia es una región histórica de Centroeuropa que ocupa los tercios occidental y central de la República Checa. La industria principal de la región, en cuanto a la exportación de materiales es el cristal. Los artesanos llevan siglos trabajando este material para conseguir las piezas más finas y cuidadas.
Incluso en el siglo XXI, el secreto de la elaboración del cristal de los talleres más afamados sigue transmitiéndose de padres a hijos.
Otro motivo por el cual la región de Bohemia ha gozado de gran renombre a lo largo de la historia es el hecho de que ha sido cuna de afamados músicos y compositores: Bedrich Smetana, Antonín Dvořák... grandes genios de su época que han provisto al mundo con algunas de las obras más hermosas de la música.
De hecho, se puede establecer una conexión entre estos dos aspectos artísticos de la región de Bohemia por medio de las copas de cristal.
A todos nos resulta familiar la imagen de una cantante de ópera haciendo estallar en añicos una copa de cristal de Bohemia gracias a la potencia de su voz.
Otra imagen que probablemente acudirá a la retina de la mayoría es la de una serie de copas llenas de agua a distintos niveles que, al deslizar el dedo suavemente por el borde, resuenan con distintos timbres y tonalidades.
Estos dos hechos relativos a la región de Bohemia que, tal y como se puede deducir de la explicación previa, están profundamente relacionados, han permitido a Petja Mucha, natural de la región que nos ocupa y graduado por el conservatorio de Praga en 1985 en las especialidades de violín y solfeo, obtener unos ingresos extra nada despreciables (100 euros) mostrando cada fin de semana las cualidades de su región, combinadas, en la calle de la Sal.
Estos ingresos le permiten adquirir un bocadillo de calamares a última hora cada domingo y comprarse un par de prendas de ropa nuevas cada viernes por la tarde.
De vez en cuando, mientras recoge su improvisado escenario, piensa en uno de sus profesores del conservatorio, que siempre le recordaba su perfecta capacidad de ejecución mecánica en contraste con su galopante falta de talento.
Cada vez que le asalta este pensamiento sonríe con superioridad, acordándose de que su profesor del conservatorio recibe al final de cada mes un cheque en el que está escrita la triste cantidad de 8000 coronas (286€).
Y, además, la última vez que le vio, hace dos Navidades, seguía llevando el mismo abrigo soviético de coderas raídas que hacía veinte años.
23 de abril de 2007
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1 comentario:
pues yo prefiero a Murano ;) también es buen cristal.
Bonita historia.
Besos y Abrazos. NOs vemos nos leemos.
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