7 de marzo de 2007

1:43 a.m.

El ruido se aprovecha de nosotros
y nos chupa las entrañas.
Nos agota.
Nos deja secos.
Nos abandona en la cama y se nos quedan los pies fríos.
Pero la bella cité no nos espera;
Se escapa y la perseguimos por sus venas.
Todos locos.
La noche huele al traqueteo de los camiones de basura
y a las casitas diminutas
que nos engullen a partir de las ocho y media.
Cubículos que nos regurgitan periódicamente.
Se nos quedan mirando con los ojos de par en par como ventanas.
Y sentimos el ridículo.
Y la ropa tendida.
Las rebajas.
La gente guapa y todos los demás que somos feos.
Los únicos pájaros que vemos son los pájaros muertos.
Que nos miran con los ojos abiertos como tripas.
Y sentimos el ridículo.
5 segundos de amor vibrante en la oficina
Y una chica pegando una patada a una farola
que se enciende.
Es de noche y llueve.
Las viejas miran con cuencas que parecen cucharas.
Cucharas suecas.
Y sentimos el ridículo.
Todos locos.
En la cama nos masturbamos para tener buenas ideas.
Con cualquiera.
Sin pijama.
El ridículo es una flecha amarilla
que empieza en las caderas y apunta al centro de las costillas.
Ya no nos duele.
Bendita costumbre.
Todos locos.