Para siempre
descontrolado entre empujones
tu cuerpo a manotazos entre las finas líneas del tiempo
y tan simple
tú,
tan claros nosotros.
A nadie se le ocurriría despojarnos de la desnudez de este momento,
puros como cometas rasgando el cielo
-me agarras la mano en este instante-
somos casi la pared blanca en la que se estrellan las olas.
Tu mano diminuta es bella como un diamante a escala.
Te acaricio
y parece lógico que hoy sea el único día que exista.
Tu cuerpo tan sencillo contra el tiempo,
indescriptiblemente perfecto y absoluto
para siempre.